Usted es enfermera, ¿cuál fue su trayectoria hasta el descubrimiento de la Artemisia?
Empecé como joven enfermera en el monte, capacitando a mujeres. Yo viajaba por la región de Moundou, les enseñaba cómo asistir un parto y todo lo que debían saber sobre los servicios de atención médica básica.
Después hice una formación en fisioterapia y trabajé durante 35 años como enfermera jefa de las misiones quirúrgicas en el centro de salud de Moundou creado por el Padre Michel.
Este centro acoge a jóvenes discapacitados, opera a niños y adolescentes con pies zambos, paladar hendido, quemaduras, etc. Estoy especializada en cuidados preoperatorios y en la rehabilitación postoperatoria. Estos jóvenes vienen varias semanas antes de su operación, a veces solos, a veces con sus familias, para ser preparados. Luego tienen que someterse a rehabilitación con su nuevo equipo (órtesis, bastones estilo inglés, muletas, etc.).
Se trata de una población muy vulnerable a microbios e infecciones. Teníamos muchos casos de malaria antes y después de las operaciones, con un gran número muertes.
En 2016, Patrice Bouyghes, anestesista de la asociación Maison Notre Dame de Paix France, que acudía regularmente a nuestro centro en misiones quirúrgicas, nos trajo cápsulas de Artemisia producidas por la Maison de l’Artemisia. Eso nos cambió la vida. Las dábamos preventivamente antes y después de las operaciones, y notamos un descenso significativo de los casos de malaria. A partir de ese día, sólo tenía una idea en mente: continuar mi misión como enfermera difundiendo el conocimiento de la Artemisia.
La Dra. Lucile Cornet-Vernet vino entonces a reunirse con nosotros en Chad en 2017. Hoy en día, estoy jubilada, pero sigo viniendo de vez en cuando para ayudar en el centro quirúrgico, cuando es necesario, y consagro mi vida al desarrollo de la Artemisia en mi país.